Durante un tiempo pensé que hacer Historia del Derecho en el presente sería un escenario desolador. Recuerdo el amargo sabor que generó en mí el cambio del plan de estudios de la carrera de Derecho en la Universidad de Monterrey. Así, mientras la disciplina Historia del Derecho pasaba a ser parte de un pasado, en mi presente la soledad de la que habló Caroni (2010) avanzaba a pasos agigantados. Paulatinamente, en un ejercicio de capacidad camaleónica, me adapté a impartir otras materias como Metodología, Introducción al Derecho, Cultura de la Legalidad, entre otras. Podría decir que ocupé esos espacios más que habitarlos. Como consecuencia emergió en mí la necesidad de construir espacios en los que habitar como historiadora del derecho fuera posible.
La soledad de ese presente me interpeló a crear un espacio habitable que engloba tres sentidos: el de realización, el de significación y el de expresión (Cuervo Calle, 2008). En mi caso, comencé a construir este espacio en el año 2022 cuando recibí una cordial invitación para incorporarme al claustro académico de la Maestría en Argumentación Judicial del Instituto de la Judicatura del Poder Judicial del Estado de Nuevo León, para impartir el módulo de Historia del Derecho. Al ingresar al moderno edificio del Instituto de la Judicatura, ubicado frente al Auditorio del Tribunal Superior de Justicia en paralelo con la histórica Macroplaza de Monterrey, me llamaron la atención unos atriles que exhibían documentos del siglo XIX y XX. Uno de los escritos era el de una persona con mucha historia: el curandero Fidencio Constantino, mejor conocido como el Niño Fidencio.

Percibí que en el Instituto de la Judicatura se encontraba la Unidad de Investigación y Difusión Histórica del Poder Judicial del Estado de Nuevo León, en adelante “el Archivo Histórico”. Recinto en el que no solo se custodia la memoria local por medio del resguardo estático de documentos, sino que impera una agitada dinámica de vida interna y externa. Internamente se capacita al personal del Poder Judicial sobre la relevancia del pasado para la comprensión del fenómeno jurídico del presente. Simultáneamente, hacia el exterior se ofrece a la ciudadanía un espacio de reflexión y comprensión del patrimonio documental local. Advertí, en pocas palabras que allí se respiraba un aire de archivo.
El Archivo Histórico: construyendo un espacio habitable común
Mi intención de habitar el archivo remitía inevitablemente a la necesidad de escapar de la soledad y situarme en un espacio común habitado por otros/as. Partiendo de la idea de que un “espacio habitable es el resultado de la interacción de varias personas” (Cuervo Calle, 2008, p.47), me dispuse a comprender las normas, explícitas e implícitas, que regían ese recinto y ganar así la confianza de quienes custodian un tesoro tan preciado compuesto, en parte, por las historias de otros y otras. Lo que estaba buscando era una suerte de derecho de habitación, en el sentido señalado por Escriche, en el que toda facultad a otorgarse se reconoce “con respecto a la necesidad que se tenga” (1851, p.745). En un primer momento simplifiqué mis necesidades en un simple acceso a fuentes primarias y me presenté ante el historiador Leonardo Marrufo Lara, quien se transformó primero en mi guía y luego, para mi agrado, en un estimado colega. En la primera conversación Leonardo me explicó que el archivo abrió sus puertas al público en el año 2022, lo que se percibe a simple vista. Las modernas instalaciones evidencian la apuesta institucional del Poder Judicial del Estado de Nuevo León por conservar un patrimonio documental que parecía ser local. El repositorio se integra principalmente por un rico catálogo de fuentes coloniales y republicanas. Los expedientes, tanto en materia penal como civil, se encuentran disponibles para su consulta gratuita tanto en formato físico como digital.
Microfísica de lo cotidiano: el día a día en el Archivo Histórico
El análisis de los catálogos de expedientes judiciales ha ampliado de manera significativa mis necesidades, lo que ha impactado de manera notable en la forma en la que habito el Archivo Histórico. Los pedidos de expedientes comenzaron a hacerse con más frecuencia, los correos se multiplicaron al igual que las visitas, por veces en compañía de estudiantes. A la necesidad de acceder a fuentes primarias se sumaron otras: aquellas relacionadas con la formación continua, las actividades de divulgación, los eventos y las publicaciones académicas. Cada una de ellas fue satisfecha por el archivo histórico por medio de capacitaciones en paleografía, participaciones en el podcast “Entre páginas y letras”, la organización de eventos académicos con participantes internacionales como “El Archivo Histórico. Reflexiones sobre una agenda académica en construcción”. Estos son ejemplos de una cotidianeidad que me ha llevado a transitar cada uno de los recovecos del archivo, constituyendo una suerte de microfísica de lo cotidiano.

Resignificar un espacio: la tesis como espacio compartido
El archivo devino en una herramienta clave para resignificar y habitar en compañía de estudiantes un espacio crucial: la tesis. Todos los años propongo temas de investigación, vinculados principalmente con el Archivo Histórico, para el desarrollo de tesis que permitan concluir el grado en Derecho. Para mi agrado muchos y muchas estudiantes deciden dedicar el último trabajo de la carrera para el desarrollo de una reflexión histórica jurídica sobre el espacio local. Cuando les pregunto qué los ha motivado me responden que su elección es parte de una agenda profesional y personal pendiente, en otros casos han expresado con preocupación que los estudiantes de derecho “no sabemos nada de historia”. Las tesis en Historia del Derecho no solo han permitido saldar algunas deudas pendientes en la formación jurídica, sino también que sean los y las estudiantes quienes habiten el archivo. La primera impresión que genera el contacto con los expedientes históricos resulta casi siempre anecdótica, recuerdo un caso en el que luego de ver un expediente del siglo XVIII una estudiante expresó “me siento en una película de piratas”.
La lectura de los expedientes representó formal y sustancialmente un atractivo desafío para futuros abogados /as que vieron en la complejidad del pasado una herramienta para desarrollar una sensibilidad jurídica que va más allá del texto de la ley. Así, en compañía de valientes estudiantes de Derecho de la Universidad de Monterrey, comencé a habitar el archivo desde mi rol de profesora de Historia del Derecho. Juntos y juntas exploramos las diferentes normatividades que confluyen en las problemáticas que afectaron la cotidianeidad de la entonces población regiomontana, especialmente aquellos sectores considerados como subalternos. La consulta de expedientes sobre la hipoteca de personas esclavizadas en el mundo colonial, como también sobre delitos como la bigamia y el estupro en el siglo XIX y XX comenzaron a formar parte de una forma de habitar el archivo en compañía de mis estudiantes.
Transitando la excepcionalidad: los habitantes excéntricos del Archivo Histórico
Pero habitar también implica ir más allá del día a día, se requiere transitar por aquellos espacios que no son tan frecuentes. La invitación que me hicieron las autoridades del Archivo Histórico para publicar en el libro “Joyas documentales de la Red Nacional de Archivos Judiciales” es un claro ejemplo de habitar lo excepcional. Así, fui convocada para escribir sobre uno de los tesoros más preciados del repositorio, uno de los expedientes que relativiza la dimensión local del archivo y lo conecta con una escala global.

Fidencio: el niño santo
El expediente del reconocido “Niño Fidencio”, es una causa iniciada por el Consejo de Salubridad del Estado de Nuevo León en el año 1929 contra el renombrado sanador Fidencio Constantino, por el ejercicio de la medicina sin título. Este documento ha sido reconocido como parte del Registro Nacional de Memoria del Mundo de la UNESCO en el año 2023.[1] El expediente se encuentra disponible para la consulta al público y se exhibe con mucho orgullo a primera demanda. En sus páginas, el relato de quien llegó a recibir la visita del entonces presidente Plutarco Elías Calles deja en evidencia, no solo las complejidades de la construcción del Estado sino la impronta de ciertos saberes sobre la noción de justicia que imperan en una sociedad que vio –y ve hasta el presente– la figura de un santo en quien calma el dolor de los más humildes (Cacciavillani, 2024).
Un diamante en bruto por pulir
La posibilidad de seguir transitando lo excepcional se encuentra, por el momento, en suspenso ya que sobre un expediente que relata las desventuras de otra joya del archivo histórico pesa un deber de sigilo. Algunas pistas se encuentran en una publicación de la Unidad de Investigación y Difusión Histórica que relata los hechos que motivaron el dictado de la última sentencia que condenó a la pena de muerte a una persona en el estado de Nuevo León (Hernández Pérez, 2019).[2] En esta publicación se cuenta, en un sentido anecdótico, que Thomas Harris, el autor de la novela The Silence of the Lambs, durante una visita a la cárcel Topo Chipo de Monterrey encontró en un supuesto médico local la inspiración para la creación de un personaje conocido a escala global: el excéntrico doctor Lecter.
Este particular doctor, al igual que Fidencio, se dedicó al cuidado de los más vulnerables, pero desde un lugar diferente: la prisión. Las autoridades judiciales intervinientes en la causa miraron con sospecha “los usos concretos del poder médico en la prisión” (Caimari, 2017, p. 34) y los consideraron como parte de una estrategia. El expediente en cuestión no remite a la historia de un santo popular, sino a una conducta brutal de un sujeto que fue bautizado por la prensa local de la época a partir de la monstruosidad. La imagen que la ficción y la prensa brindan de este sujeto dista notablemente de la opinión de quienes recibieron su auxilio y movilizados por su huella acudieron a la prensa para señalar:
que el médico preso era una persona honorable, caritativa y a quien agradecían porque por muchos años había consultado a sus familias en sus padecimientos y enfermedades a cualquier hora del día o de la noche con o sin dinero, poniendo la más fina voluntad para atenderlos (Hernández Pérez, 2019, p. 72).
Habitar el archivo significó –y significa– para mí ir más allá del anhelo de realizarme desde la pertenencia cotidiana como profesora e investigadora, pues me interpela desde la creatividad para extender planes a futuro en los que se juega el dar a conocer el resultado de una interacción interior como exterior (Cuervo Calle, 2008). Quienes habitan el archivo desde su presente, como desde su pasado, desatan en mí una curiosidad, una pasión por sus historias: por veces logran conmoverme por la devoción que hasta el presente genera la santidad de algunos, como atemorizarme por la monstruosidad de las conductas de otros. Por medio de estas experiencias que se intensifican en cada visita física al archivo –solitaria o en compañía de mis tesistas– pretendo recuperar, en lo posible, “la situación de archivo” de la que nos habló Caimari (2017). Entendidas las reglas que imperan en el Archivo Histórico continúo habitándolo, desde lo cotidiano y siempre en compañía. Así, de igual manera que mis estudiantes, espero llena de adrenalina el día en el que pueda pulir ese diamante en bruto y dar a conocer la historia de un aclamado y excéntrico médico local temido a escala global.

Documentos de Archivo / Poder Judicial del Estado de Nuevo León / Nacional / 2022, © Memoria del Mundo
Referencias
Cacciavillani, P. (2024). “Fidencio Síntora Constantino: Entre injustas acusaciones pasadas y dulces devociones presentes”, en Sodi Cuellar, R. & González Flores, G. (coord.) Joyas Documentales de la Red Nacional de Archivos Judiciales, Centro de Investigaciones Judiciales de la Escuela Judicial del Estado de México, pp. 241-250.
Caimari, L. (2017). La vida en el archivo: Goces, tedios y desvíos en el oficio de la historia, Siglo XXI.
Caroni, P. (2010). La soledad del historiado del derecho. Apuntes sobre la conveniencia de una disciplina diferente, Dykinson.
Cuervo Calle, J. (2008). “Habitar: Una condición exclusivamente humana”, ICONOFACTO, vol. 4, num. 5, pp. 43-51.
Escriche, J. (1851). Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia, Librería de Rosa, Bouret y Cia.
Pérez Hernández, J. (2019). La justicia de Nuevo León. Un relato de su historia. La última sentencia de muerte dictada en Nuevo León, N 1, Poder Judicial del Estado de Nuevo León.
[1] UNESCO, Comité Mexicano de Memoria del Mundo, Ejercer la medicina sin título: el caso del Niño Fidencio 1929. https://www.memoriadelmundo.org.mx/documento/ejercer-la-medicina-sin-titulo-el-caso-del-nino-fidencio-1929/
[2] Vale señalar que esta pena no fue ejecutada.